lunes, 27 de diciembre de 2010

Leda.


Las aguas se apartan al paso del ave de elegante cuello, y Leda, con los ojos cerrados, se entrega a la inconsciencia.
Envuelta en el abrazo de dos alas poderosas, la suavidad de su piel se entibia al contacto de las blancas plumas, y entre oleadas de placer recoge en su seno la simiente de Zeus.

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