sábado, 11 de septiembre de 2010

Mañana del sábado.



A medias dormida noto que te levantas de la cama y sales en silencio de la habitación.
Por la ventana abierta ya no entra el aire pegajoso del verano, si no una brisa refrescante que preludia los ocres del otoño y que hace gustoso el contacto con las sábanas.
Aún me huele el pelo al humo de la noche pasada.
Me arrebujo satisfecha reviviéntote dentro de mí, recordando (de re-cordar, volver a pasar por el corazón) el tacto suave de tus labios, la humedad de tu lengua en contacto con la mía, el áspero roce de tus dientes en mis pezones.
Muy suavecito empieza a sonar Clare Fischer en el reproductor y de la cocina viene el aroma del café.
Escucho cono el agua de la ducha moja tu cuerpo desnudo. Puedo verlo aún sin verlo, y reconstruir cada uno de sus recovecos, reproducir el sabor de tu piel, el tacto de tu pelo y el sonido de tu voz.
Remoloneándo espero a que regreses.
Vendrás con la piel húmeda y fresca. Te sentarás a mi lado en la cama, me acariciarás en la pierna y me darás un beso en la mejilla.
Y yo te lo devolveré lentamente...


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