Tú eres la luna que eleva mis mareas, pero mi pleamar es aún más poderosa que las artimañas de Calipso o los bellos cantos de las sirenas.
Mi flujo nos envuelve y te arrastra hasta mi isla secreta, hasta el recóndito templo sagrado donde mora la Cípride.
Jadeo eterno del oceáno embravecido, olas que se deshacen en espuma blanca contra los escollos...
...y luego la calma, la calma, la calma... el suave arrullo del piélago dormido.
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