martes, 7 de septiembre de 2010

Oceáno.



Cierro lo ojos para acompasar mi respiración a la del mar.
Su murmullo colma mis oídos.
La brisa me satura el olfato cargada de su olor amargo.
El agua lame mis pies. Tetis me acoge en su líquido abrazo y me mece con suavidad.
Regreso a las profundidades de la madre, de donde todo nace y todo ha de volver para renacer a su vez. Fuente de vida y de muerte, manantial infinito de pasiones y seres, limbo primigenio al que se abren todos los abismos y del que surgen  todos los caminos posibles antes de la elección última que nos marca.

Y emerjo desnuda como una sirena, mojada como un recién nacido, emerjo de la duda a la certeza, de la potencia al acto, a la vida, a mi vida.
Emerjo para ti.

Es la nostalgia del mar, de los grises acantilados cubiertos de hierba verde, de las calitas recónditas, de las brumas de mi tierra, es la llamada de mi sangre celta que se acentúa con los calores del verano de Madrid.


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