Ayer por la tarde brillaba esa luz dorada de las tardes de invierno madrileñas. Esa luz que tanto te gusta, y que dices que no encuentras en ningún otro lugar.
Y el aire me envolvía frío y seco. Ese frío de los inviernos de Madrid, que tu dices que no se parece al frío de ninguna otra ciudad y que es tan distinto del aquel otro, cargado con olor a mar, que me llena los pulmones en mi brumoso norte.
Y mientras caminaba sola por las viejas calles del centro, comenzó a sonar este tema de Norah Jones en mi mp3.
Sus notas se deslizaron dentro de mis pensamientos, acompañando mis pasos mientras pasaba bajo las ramas desnudas de los plátanos y los balcones de las corralas.
La ciudad se transformó en el escenario de una película y paladeé con gusto el sabor agridulce de tu ausencia.
Encontré tu regalo de cumpleaños y, en vez de quedar con Bea, como había pensado, decidí regresar a casa para prepararte a solas la sorpresa, bañada de melancolía y de felicidad. Bañada de tu recuerdo y de tu deseo.
Bañada de ti y de la luz dorada de Madrid que tanto te gusta.
Esperando el reencuentro que es tanto más sabroso cuanto más larga ha sido la separació, igual que al invierno más duro sigue la primavera más hermosa.
Feliz cumpleaños.
Aunque más corta de lo esperado, al final tuviste tu fiestecilla.
Aunque más corta de lo esperado, al final tuviste tu fiestecilla.
Te quiero siempre.
Mil besos.
No te pongas tan triste... el mejor regalo es estar contigo. Fue una fiesta maravillosa.
ResponderEliminarEl finde que viene lo tenemos para los dos.
Te quiero.