martes, 28 de septiembre de 2010

Mar de Tetis.

Se abren para tí las puertas de mi Mar y te siento navegando en mi interior, surcando con dulzura mis olas infinitas, tierno vagabundo perdido en el oceáno en busca de tu Ítaca.
Tú eres la luna que eleva mis mareas, pero mi pleamar es aún más poderosa que las artimañas de Calipso o los bellos cantos de las sirenas.
Mi flujo nos envuelve y te arrastra hasta mi isla secreta, hasta el recóndito templo sagrado donde mora la Cípride.
Jadeo eterno del oceáno embravecido, olas que se deshacen en espuma blanca contra los escollos...
...y luego la calma, la calma, la calma... el suave arrullo del piélago dormido.


miércoles, 15 de septiembre de 2010

Besos.

A veces, mientras duermo, siento en mis labios la caricia de un beso, y al día siguiente no estoy segura de si has sido tú o sólo se trataba de un sueño.
Es un roce tierno, que se cuela en silencio entre las sábanas. Aún dormida me hace susurrar tu nombre y antes de que pueda despertar, se desvanece.

martes, 14 de septiembre de 2010

Dante´s Prayer (Loreena McKennitt)



Sopla el viento fresco del otoño y el asfalto de la calle brilla húmedo de lluvia bajo las farolas.
La cálida luz dorada de las velas ilumina el dormitorio. Huele a esencia de canela y Loreena McKennitt suena en el reproductor.
Sábanas revueltas, miembros entrelazados, gemidos compartidos y el roce de tu piel contra mi piel.
Fundidos el uno en el otro desaparecemos para perdernos en la eternidad de un nuevo mar.

Please remember me...

lunes, 13 de septiembre de 2010

Peces de colores.

De pequeña me gustaban mucho los animales, y no paraba de insistir a mi madre para que me comprase un perro, pero ella  nunca accedió. Que manchaban mucho, que había que sacarlos de paseo todos los días, por no hablar del coste en veterinario y comida... No hubo manera.
Para que me callara, trataba de contentarme con otra cosa: un perro no, pero un par de peces de colores sí.
Los peces eran limpios, no olían, no había que sacarlos de paseo ni llevarlos al veterinario. Eran perfectos.
Los comprábamos en una tienda de animales, pequeña y maloliente, que había cerca de casa.
Yo me asomaba a mirar en el interior de las jaulas donde, apiñados insanamente, se vendían periquitos, canarios, gatitos, conejos, cobayas y perritos. Me palpitaba el corazón ante la perpectiva de poder tener a alguno de aquellos peluditos por amigo, pero mi madre era inflexible.
Sólo los peces.
Al principio era decepcionante, sobre todo si hacía poco que habían repuesto por televisión alguna película de Lassie, pero luego salía de la tienda tan ilusionada con mi bolsa de plástico transparente en la que nadaban dos peces de colores: uno rojo y otro negro.
Los poníamos en el salón, dentro de una bola de cristal con un par de plantas de plástico, y yo me podía pasar las horas levantada de puntillas contemplando sus elegantes movimientos en el agua.
Les ponía nombre y los dibujaba con mis lápices de colores.
Los pobrecillos no tardaban mucho en morir, y mi madre los arrojaba por la taza del vater murmurándo enfadada que ya no volvía a entrar ningún animal en casa mientras, detrás de ella, yo lloraba a moco tendido.

Me siguen gustándo los peces. Tal vez por eso añadí el acuario virtual a la barra del blog.
Peces virtuales a los que se puede alimentar cuanto se quiera y que no se mueren nunca. Pero nadan en un agua que no moja y son tan lejanos, tan irreales, tan ajenos a este mundo. Jamás podrán sustituir a aquellos desdichados pececillos de mi infancia urbanita que me permitían un efímero contacto con la naturaleza.
Pero son graciosos.

A veces, uno se queda en una esquina, nadando obstinadamente hacia delante sin darse cuenta de que no puede ir por allí a ningún lado.
Sus compañeros corren a papearse la comida virtual que les hecho. Pero él sigue allí, obstinado, con la cabeza oculta en el rincón, intentando un avance imposible.

Mis pececillos de colores sabían dar la vuelta cuando tocaba el cristal invisible de la pecera.
Los peces virtuales están hechos por el hombre, a su imagen y semjanza.
Y, como nosotros, a veces no saben adonde van.

sábado, 11 de septiembre de 2010

11-S

Yo estaba en París aquel horrible día. Las imágenes de la televisión parecían sacadas de una película de ciencia ficción. No me lo podía creer.
Luego vinieron el 11 de marzo, los atentados de Londres... y antes fué el cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco, entre otros muchos.

Vaya en recuerdo de todas aquellas víctimas del terrorismo y la violencia, en cualquier lugar del mundo, independientemente de su sexo, credo o religión.

NUNCA MÁS.

Mañana del sábado.



A medias dormida noto que te levantas de la cama y sales en silencio de la habitación.
Por la ventana abierta ya no entra el aire pegajoso del verano, si no una brisa refrescante que preludia los ocres del otoño y que hace gustoso el contacto con las sábanas.
Aún me huele el pelo al humo de la noche pasada.
Me arrebujo satisfecha reviviéntote dentro de mí, recordando (de re-cordar, volver a pasar por el corazón) el tacto suave de tus labios, la humedad de tu lengua en contacto con la mía, el áspero roce de tus dientes en mis pezones.
Muy suavecito empieza a sonar Clare Fischer en el reproductor y de la cocina viene el aroma del café.
Escucho cono el agua de la ducha moja tu cuerpo desnudo. Puedo verlo aún sin verlo, y reconstruir cada uno de sus recovecos, reproducir el sabor de tu piel, el tacto de tu pelo y el sonido de tu voz.
Remoloneándo espero a que regreses.
Vendrás con la piel húmeda y fresca. Te sentarás a mi lado en la cama, me acariciarás en la pierna y me darás un beso en la mejilla.
Y yo te lo devolveré lentamente...


Poema de Amor número 15 de Pablo Neruda.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu sielncio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


viernes, 10 de septiembre de 2010

No Milk Today (Herman's Hermits).

Cuando yo estudiaba esto ya era un clásico clasiquísimo, pero no sé porqué sonaba a menudo en el hilo musical de la escuela de dibujo.
Ni sé cuantos cientos de papeles he emborronado, con las manos manchadas de grafito, escuchándo esta canción.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Bocetos.

Ayer vino Bea al estudio a posar.

Además de una de mis modelos favoritas, Bea es una gran amiga.

Plasmar sus lineas en el papel, acariciándolo con la punta del lapiz, mientras con la vista acaricio cada uno de sus miembros.

El sonido del grafito contra el granulado de la oja, el olor de las virutas y las ceras de colores, el cariño y la confianza mútuas... ahí va una muestra.

Gracias Bea.



martes, 7 de septiembre de 2010

Oceáno.



Cierro lo ojos para acompasar mi respiración a la del mar.
Su murmullo colma mis oídos.
La brisa me satura el olfato cargada de su olor amargo.
El agua lame mis pies. Tetis me acoge en su líquido abrazo y me mece con suavidad.
Regreso a las profundidades de la madre, de donde todo nace y todo ha de volver para renacer a su vez. Fuente de vida y de muerte, manantial infinito de pasiones y seres, limbo primigenio al que se abren todos los abismos y del que surgen  todos los caminos posibles antes de la elección última que nos marca.

Y emerjo desnuda como una sirena, mojada como un recién nacido, emerjo de la duda a la certeza, de la potencia al acto, a la vida, a mi vida.
Emerjo para ti.

Es la nostalgia del mar, de los grises acantilados cubiertos de hierba verde, de las calitas recónditas, de las brumas de mi tierra, es la llamada de mi sangre celta que se acentúa con los calores del verano de Madrid.